RÍO DE JANEIRO.- Unos 142,8 millones de electores brasileños decidirán mañana si conceden un nuevo mandato a la presidenta Dilma Rousseff y a su Partido de los Trabajadores (PT) o si entregan el gobierno al senador opositor Aécio Neves, cuyo Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) gobernó el país entre 1995 y 2002. “Lo que se viene es un plebiscito para decidir si el PT debe seguir en el gobierno o irse”, resumió hace unos días el prestigioso comentarista político Elio Gaspari, de los diarios “O Globo” y “Folha de Sao Paulo”.
A horas de la elección decisiva, los dos políticos libran una durísima batalla por votos, aunque Rousseff llega con una ligera ventaja, según sondeos divulgados por el Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística (Ibope) y por el Instituto Datafolha, que prevén que la mandataria será reelegida con entre el 53 y el 54 % de los votos válidos.
En las últimas tres semanas, los dos candidatos libraron en todos los frentes -radio, televisión, mitines y redes sociales- un durísimo duelo que incluyó acusaciones mutuas y ofensas personales.
La corrupción -un tema constante en la vida política brasileña- asumió esta vez un papel protagónico en la campaña presidencial, luego de que un ex director de Petrobras arrestado en marzo revelara que desvió el 3 % del valor de los contratos firmados por la petrolera para financiar partidos oficialistas, entre ellos el PT.
La semana pasada Rousseff admitió que hubo desvío de dinero en Petrobras, pero negó que el gobierno haya sido responsable de las irregularidades y sostuvo que bajo los gobiernos del PT los escándalos de corrupción “son investigados”, mientras que antes eran “encajonados por el Ministerio Público”.
Neves, por su parte, afirmó que el reconocimiento de la corrupción en la empresa símbolo de Brasil vino “un poco tarde” y recordó que el PT luchó por evitar la instalación de una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) sobre las irregularidades de Petrobras: “El PT dijo que todo era una fabricación, pero los hechos están ahí”.
El duro cruce de acusaciones llevó al Tribunal Superior Electoral (TSE) a suspender en la última semana partes de los programas de propaganda televisiva de Rousseff y Neves, alegando que la intensidad de los ataques había superado los límites aceptables.
“Virtualmente el 100 por ciento del horario de las dos campañas era usado exclusivamente para agredir al otro”, argumentó el presidente del TSE, Antonio Dias Toffolli.
Ambos candidatos fueron poco claros sobre sus propuestas para el país. Rousseff se presentó al electorado como la garantía de continuidad de los avances sociales conquistados desde que el PT asumió el gobierno en 2003, con Luiz Inacio Lula da Silva.
Según la mandataria, una victoria de la oposición supondría una amenaza a la continuación de esas políticas -que según Naciones Unidas hicieron bajar en un 75 % la pobreza extrema y recortaron a la mitad la tasa de desnutrición- y el regreso a un pasado “neoliberal” y a un presidente dedicado a gobernar “para pocos”. Neves lo niega, y promete mantener y “perfeccionar” las políticas y programas sociales -incluso el aumento real para el salario mínimo y el “Beca Familia”, que concede ayuda financiera oficial a unos 50 millones de brasileños pobres- y “corregir” la política económica actual, a la que responsabiliza de la inflación en alza y del bajo ritmo de crecimiento.
Ambos candidatos prometen impulsar una reforma política y programas de mejoría de los servicios públicos de salud, educación y transporte, cuyo estado precario motivó las masivas protestas populares que sacudieron Brasil en junio y julio del año pasado. El del domingo será el sexto duelo consecutivo entre PT y PSDB, los dos partidos que dominan la política brasileña desde hace 20 años. El PT ganó los tres últimos duelos -los de 2002, 2006 y 2010-, mientras que el PSDB ganó en 1994 y 1998 a través de su fundador, Fernando Henrique Cardoso.